Summerland: la intoxicación de la ignorancia

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El escándalo generado con la supuesta intoxicación de 100 personas por LSD en Cartagena sólo evidencia el desconocimiento de personas usuarias, deficiente educación de la institucionalidad, mediocridad de los medios de comunicación y complicidad silenciosa de promotores de eventos masivos sin ética y de mal gusto.   

Desde hace varios años Cartagena se viene perfilando como la puerta turística de Colombia, las playas que hay que visitar y el “Corralito de piedra” donde se mezcla toda la población colombiana, desde la más rica hasta la más pobre, para descansar de sus días de trabajo; sin embargo, Cartagena hace mucho tiempo también está posicionada como destino internacional del narcoturismo, la prostitución infantil y últimamente demanda de compañía de “trabajadoras sexuales” por parte de escoltas de presidentes gringos.

A manera de contexto basta con recordar cómo personas extranjeras y nacionales suelen viajar a La Heroica a “perder la cabeza” y muchas veces la vida por el descontrol que ofrece la ciudad en el submundo y el inframundo. Giacomo Turra fue el italiano que murió en confusos hechos en septiembre de 1994, pero puso en evidencia el viaje de coterráneos a Cartagena para consumir cocaína barata y buscar sexo caribeño; años más tarde en plenas fiestas decembrinas desapareció un japonés quien salió “corriendo como loco de una fiesta“ y fue encontrado en un manglar ahogado; como si fuera un moreno raizal fue enviado a una fosa común porque no pudo ser identificado, o como muchos dijeron, con el fin de “no opacar las fiestas” por un escándalo de drogas y turistas.

Para no ir muy lejos, son reiterados los casos que se conocen de muertes y altercados a cuenta de turistas criollos, entre los cuales rolos con medias en chancla y paisas ‘aletosos’, que no generan escándalos en los medios, pero mueren en rompeolas porque el trago mezclado con la cocaína, que es de mala calidad, los hace tan valientes de creerse superiores al mar brioso de la noche cartagenera.

La prensa, la salud pública y los promotores de eventos

Dando un salto en el tiempo, lo que pasó en Cartagena con “los más de 100 intoxicados por LSD”  es una combinación de situaciones que han sido advertidas por quienes nos dedicamos a estudiar y trabajar en estos espacios de fiesta, donde hay alto consumo de sustancias psicoactivas legales e ilegales. Para empezar, el papel de la prensa una vez más se pliega a la inmediatez y al escándalo, tomando como ciertas las declaraciones u opiniones de funcionarios públicos que desde allí jalan el rating fluctuante basado en el grado de morbo suscitado por el desastre; por ejemplo, lo más básico era indagar si la sustancia que denominaron LSD era en verdad LSD o cual fue la causa de visita a los servicios de urgencias, algo que ya sabemos resultó en su mayoría por deshidratación gracias a un comunicado de prensa de la Cruz Roja.

Por otro lado el Sistema de Salud, la atención de urgencias, el equipo médico, y funcionarios públicos se asustaron e hicieron conclusiones afanadas por la presión de dar resultados, no pudieron distinguir entre una deshidratación, intoxicación, desnutrición, alto grado de excitación o sobreestimulación derivada del consumo de Sustancias Psicoactivas (SPA) ilegales o legales. De hecho, el Sistema de Salud demostró que no está en capacidad de identificar y diferenciar las respuestas psicobiológicas derivadas del consumo de SPA, que muchas de ellas sólo se resuelven con agua, un espacio relajado y el diálogo (terapia) por parte de una persona capacitada para manejar una situación de crisis (mal viaje), con elementos alternativos a relajantes musculares, suero, ansiolíticos o vitaminas.

Por último, organizadores de estos eventos, productores o empresarios como se hacen llamar, conscientes de los públicos y los estimulantes que suelen acompañar las fiestas, se niegan o niegan, seguramente para obtener los permisos, la gran cantidad de sustancias psicoactivas que hacen presencia en estos eventos, pero además no generan las condiciones necesarias para sobrellevarlas (pilotearlas) más allá de cumplir con el requisito administrativo de ofrecer ambulancias, equipo médico y paramédico en el evento que encima de todo, como dijimos, no están preparados ni capacitados para entender y atender este tipo de urgencias.

Ahora que la espuma baja, se empieza a construir una historia completamente diferente a la especulada desde los titulares de prensa, los reportes de funcionarios estresados o las opiniones de políticos que siempre buscan sacarse el bulto. La culpa la tienen todos y no necesariamente por negligencia sino por desconocimiento, falta de información y formación, empezando por las personas usuarias de drogas que cada vez empiezan a edades más tempranas, sin tener noción de una adecuada alimentación e hidratación, “no saben lo que se meten” ni a quién le compran, tampoco se preparan emocionalmente para suministrarse una sustancia y pocas veces están acompañadas del cuidado entre ellas.

Qué se debe hacer para que esto no vuelva a pasar

Las respuestas al manejo del consumo de sustancias psicoactivas en espacios de rumba se explica desde la manera más lógica, algo que además viene haciéndose hace muchos años en Europa y desde hace algunos años en América Latina, donde el proyecto Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza es pionero en este modo de intervención. Decimos ‘lógica’ porque una vez que la prevención prohibicionista y el control de la policía no funcionan, la mejor salida es enseñar a personas usuarias que consuman con el menor riesgo posible, disminuyendo el daño y generando las condiciones aptas para esta situación. Por eso hay que:

  • Educar a personas usuarias con información a partir de la evidencia, para que prioricen el placer y disminuyan el riesgo en el consumo de sustancias. 
  • Incentivar los servicios de análisis de sustancias en campo para saber qué tipo de drogas se mueven en una fiesta, riesgos, adulterantes, entre otros factores, que permitan planear la adecuada reacción de los servicios de salud y hacerle seguimiento a personas usuarias.
  • Promover la implementación de estrategias de reducción de riesgo y mitigación de daño en los espectáculos o eventos donde hay presencia de consumo de SPA, es decir, mediante zonas de recuperación, zonas de hidratación, formación de pares, entre otras opciones.
  •  Generar capacidad de respuesta en las instituciones públicas y el Sistema de Salud, formar a equipo médico, enfermeros/as y “primer respondiente” en manejo de situaciones derivadas del consumo de SPA.
  • Desde luego, a tono con lo anterior, tomadores de decisiones, actores políticos, quienes crean la ley y hacen la política pública, deben plantear reformas más ajustadas a la realidad de consumo. Avanzar en la reforma de políticas de drogas dando prioridad a la salud pública y los derechos humanos. 

Bastantes han sido las alertas de periodistas mediocres, medios sensacionalistas, médicos/as ignorantes y quienes trabajamos en este medio. Las alertas están prendidas, así que empezar por reconocer el fenómeno debe permitir tomar medidas a tiempo y no después de tres o cuatro muertos en una fiesta como ya ha sucedido en grandes festivales del mundo.

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