
Fentanilo y tussi, ¿en dónde estamos parados?
Articulo de opinion
Por: Andrés Felipe Medina Salazar, voluntario Échele Cabeza Medellin
Después de los años 2021 y 2022, los espacios de fiesta entraron en un nuevo apogeo gracias a los efectos de la post pandemia del Covid 19. Tanto tiempo de encierro, de fiestas en casa y experimentación con nuevas sustancias psicoactivas, fueron el cóctel perfecto para que todos, y en especial los más jóvenes, salieran desbocados a buscar fiesta, amigos y por supuesto, drogas. En esos años escuchamos en los medios tradicionales las típicas notas desinformativas y sensacionalistas sobre el uso de peligrosas drogas como el “endi, la droga zombie” y de pastillas con figuras que le regalan a los niños a la salida del colegio, haciendo alusión al MDMA y a los comprimidos de éxtasis. Información que continúa vigente, pero con nuevas sustancias donde, gracias al contexto de consumo mundial, son propensas a caer ante el amarillismo de los medios.
Ahora, el tema de moda para continuar con el terrorismo mediático es la llegada del fentanilo a Colombia, un opioide sintético que tiene en vilo a Norteamérica por una crisis de consumos problemáticos y sobredosis sin precedente, pues sólo en los Estados Unidos ha causado más de 100.000 muertes en los últimos dos años y más de 30.000 en Canadá. Esta crisis ha producido imágenes y videos, donde se ven personas en estado de calle y bajo un estado desvanecido producido por el fentanilo; lo que ha llevado a generar la situación perfecta para crear pánico al mencionar la posible presencia de esta droga en Colombia, sin mencionar el trasfondo de esta crisis que no es algo que lleve un par de años, sino un desarrollo de casi dos décadas.
De una manera muy sencilla, veremos por qué se dio la crisis de opioides en los Estados Unidos y por qué lo que está ocurriendo en Colombia está lejos de acercarse al drama que viven los vecinos del norte. Las circunstancias sociales, económicas y culturales para que se desarrollara esta crisis son muy amplias y propias de la sociedad estadounidense. Principalmente, todo empezó con actos de corrupción entre la farmacéutica Purdue Pharma y la FDA, ente encargado,entre otras cosas, de entregar la clasificación correspondiente a cada medicamento. En este caso hablamos de clasificar el Oxycontin, que fue lanzado como un analgésico muy efectivo y revolucionario con el pecado de ser un derivado opioide hermano de la morfina y la heroína, con una alta probabilidad de adicción; hecho que gracias a un entramado de corrupción entre estas dos instituciones, pudo ser vendido libremente al público y ampliamente formulado por médicos para dolencias físicas que fácilmente podrían ser tratadas con medicamentos más livianos como la codeína. Situación que fue profundamente empeorada por la farmacéutica, pues esta inició un proceso de promoción del medicamento al ofrecer grandes bonificaciones económicas a médicos y visitadores médicos que lograran una alta prescripción al público, haciéndole publicidad a la oxicodona como si de cualquier medicamento para la tos se tratase.
Toda esta fácil disponibilidad y sobre formulación del Oxycontin, produjo una gran cantidad de usuarios con problemas de consumo que fue creciendo exponencialmente, situación que con los años alertó al gobierno, dando paso a iniciar un proceso judicial del que saldría condenada la gran Farmacéutica y el medicamento sería clasificado como de control y altamente adictivo. Sin embargo, esto provocó una gran cantidad de consumidores que, al no poder acceder legalmente al producto, acudieron a las calles donde encontraron un Oxycontin muy costoso, provocando reemplazar dicho medicamento por la heroína. Con los años y la guerra en Medio Oriente, la disponibilidad de opio y la exportación de heroína a Norteamérica se complicó y los costos se dispararon, lo que produjo que los cárteles mexicanos comenzaran a adulterar la heroína y los comprimidos de oxicodona con fentanilo de producción ilegal, cincuenta veces más potente que la heroína y mucho más potente y mortal que los efectos deseados de un comprimido de oxicodona; situación que incrementó exponencialmente las muertes por sobredosis y unos consumidores cada vez más dependientes.
Todo este contexto tan particular de los Estados Unidos, donde convergen la sobre formulación de medicamentos, un sistema de salud ineficiente y excluyente, la casi nula existencia de medidas gubernamentales para la educación y la reducción de riesgos y daños, además de un conjunto de situaciones de salud mental exacerbadas por condiciones socioeconómicas propias de un modelo capitalista en crisis donde miles de personas terminan en situación de miseria, son un caldo de cultivo que durante años ha venido formando el escenario de crisis que vemos tan seguido en los medios de comunicación, pero ¿qué tan probable es que esta situación se presente en Colombia? Desde la corporación ATS y el programa Échele Cabeza, consideramos que es muy improbable. Las condiciones que experimentamos en el país difieren considerablemente de las de Norteamérica. Según los datos recopilados anualmente en nuestro Servicio de Análisis de Sustancias (SAS), no hemos identificado la presencia de fentanilo en las drogas analizadas, ni hemos identificado un nicho de mercado para dicha sustancia, lo que significa que, a pesar de que es probable que la sustancia esté disponible de manera leve al mercado, no podemos decir que estamos ante una inminente crisis de fentanilo, ya que debemos tener en cuenta que el fentanilo de fabricación legal intrahospitalaria lleva siendo usado muchos años como anestésico en procedimientos médicos, siendo esta la sustancia que se ha encontrado en el mercado ilegal colombiano.
En Colombia, a diferencia de EE. UU., contamos hace más de diez años con el programa de análisis de sustancias de ATS con una fuerte cooperación con el Observatorio de Drogas de Colombia y el Ministerio de Salud, lo que nos permite tener un sistema de alertas tempranas para identificar las nuevas sustancias que circulan en el país y poder responder desde la sociedad civil. Además de esto, y según los datos recopilados por Échele Cabeza, los colombianos optamos en un gran porcentaje por el consumo de drogas estimulantes como la cocaína y el éxtasis en espacios de fiesta donde los depresores del sistema nervioso como los opioides no son comúnmente usados. Igualmente hay que tener en cuenta que, a pesar de tener una heroína barata en el mercado colombiano durante décadas, el consumo de esta sustancia y sus derivados es muy bajo, lo que que pone mucho más en duda la posible entrada al mercado del sintético fentanilo, por lo menos en cuanto a demanda de consumo. Y otra cosa es que llegue por demanda de mercado producto del gran despliegue publicitario que le hacen los medios, como pasó con la revista Semana y la infortunadamente llamada “traba de las elites”: el tussi.
Ahora bien, ¿por qué desde Échele Cabeza estamos en alerta por el incremento en el consumo de tussi en Colombia? Primero que todo hablaremos de qué es esta sustancia rosada y de dónde salió. La palabra tussi viene de la pronunciación en inglés de los caracteres 2CB “tusibi”, esta droga psicodélica con gran popularidad en Europa. En los años 2010 ́s fueconocida por los jóvenes colombianos de clase alta que viajaban al viejo continente y llegaban fascinados con sus efectos psicodélicos y estimulantes, lo que produjo que uno de ellos al no contar en Colombia con el original 2CB o Nexus, empezó a vender un polvo rosado que emulara los efectos deseados. Este polvo que fue bautizado como tussi, no es una sustancia psicoactiva como tal, sino un cóctel de dos drogas, principalmente compuesto por MDMA y ketamina, adornado con colorante rosado y olor a fresa, que entre los efectos estimulantes y disociadores, se popularizó la sustancia que tanto se consume hoy en espacios de fiesta.
Como mencionamos anteriormente, el tussi al principio era usado por estos jóvenes de clase alta en las principales ciudades del país y luego comenzó poco a poco a expandirse por todo el mercado ilegal de drogas, especialmente cuando un gran medio de comunicación lo catalogó como “la traba de la elite” y le dio un estatus que rápidamente la gente quiso adquirir en el ámbito de la rumba. Al tener esta imagen de polvo rosado y de buen sabor relacionado con un alto estatus económico, el tussi a diferencia de otras sustancias con un carácter más de calle y sin adornos estéticos como la cocaína y demás, fue vista como algo suave y de buena procedencia pasando a ser consumida en demasía. Y es que, con su creciente popularidad, los principales cárteles de droga se percataron de lo simple que resultaba fabricar o “cocinar” la sustancia. En una cocina común de cualquier barrio, podían producir grandes cantidades de tussi sin enfrentar grandes riesgos. Los insumos, como el éxtasis y la ketamina, están fácilmente disponibles, y al mezclarlos con otros compuestos, siguiendo la receta del “chef”, se obtiene el polvo listo para su distribución. De esta forma, este polvo rosa pudo llegar a todas las esferas de la sociedad colombiana e incluso volverse producto de exportación hacia Europa y Latinoamérica, donde es ampliamente conocido como cocaína rosa.
Esta popularidad del consumo de tussi nos trae grandes preocupaciones como organización dedicada a la reducción de riesgos y daños, principalmente porque no se trata de una sustancia en particular sino de un cóctel de sustancias, que si bien se supone que tiene una receta establecida (MDMA+K), es un cóctel que queda a la disposición de lo que el cocinero vaya a mezclar; ya sea cafeína, cocaína o benzodiacepinas; tal como anunciamos en nuestro último informe del Servicio de Análisis de Sustancias 2023 (Ver informe 2023). Todas estas combinaciones potenciales conllevan el riesgo de policonsumo, una práctica que desaconsejamos enérgicamente. El policonsumo implica enviar señales diversas al sistema nervioso, lo que puede aumentar los riesgos si se excede en la dosificación. En el caso del tussi, esta práctica es particularmente compleja debido a su composición variable. La falta de una sola sustancia determina que sea imposible establecer una dosis indicada o los intervalos de redosificación apropiados. Cada una de las sustancias presentes en el tussi afecta al cuerpo de manera diferente, y es común encontrar más de dos sustancias involucradas, lo que complica aún más la situación.
Después de haber mencionado las particularidades del tussi en cuanto a cómo lo perciben los consumidores y los posibles riesgos que trae el policonsumo, pasamos a la primera gran preocupación en prácticas de consumo que ya es notable. Hablamos de la frecuencia de consumo y las edades tempranas en que algunos jóvenes están empezando a experimentar con
esta sustancia, pues según hemos podido observar en campo y según algunas notas periodísticas como la realizada por El Espectador en 2023, el consumo de tussi se está dando en frecuencias tan cortas como varias veces a la semana o cada ocho días, de acuerdo con las encuestas que hemos realizado a algunos jóvenes en diferentes eventos en la ciudad de Medellín, Bogotá y Cali.
Este panorama es especialmente alarmante dado que muchos de los jóvenes involucrados en estas prácticas de consumo no superan los veinte años, una etapa en la que el cerebro aún se encuentra en pleno desarrollo. La exposición prolongada y elevada a los efectos del tussi puede acarrear consecuencias significativas en diversos aspectos, incluyendo la cognición, la salud mental e incluso problemas cardíacos. Varios estudios han vinculado el consumo continuo de MDMA (componente del tussi) con cardiopatías, lo que subraya la importancia de permitir al cuerpo un descanso de aproximadamente dos o tres meses después de una noche de fiesta intensa. Esta preocupación se ve agravada por el potencial carácter adictivo del consumo de ketamina, documentado especialmente en Europa, donde su consumo es más común. El abuso de ketamina puede provocar problemas como la cistitis y daños significativos en la vejiga, lo que añade una capa adicional de riesgo a estas prácticas de consumo.
La otra preocupación que tenemos con respecto al alto consumo de tussi y donde sí entraría una razón para mantenernos alertas por la posible entrada del fentanilo al país, es con respecto al carácter de cóctel de sustancias que es el tussi, en lo que podemos percibir como el medio perfecto para que los cocineros y narcos introduzcan este producto a los consumidos en forma de adulterante de la ketamina o un ingrediente más en la receta. Esta hipótesis es altamente preocupante puesto que esta situación crearía un alto riesgo de adicción y sobredosis en consumidores que muy probablemente no van a saber que el polvo rosa pueda contener el riesgoso opioide, aunque como hemos mencionado antes, por ahora no hay razones y pruebas que nos puedan indicar que esto esté pasando o incluso que sea un buen negocio para el narcotráfico en nuestro país.
Finalmente, podemos concluir que, aunque nos encontramos en una nueva era del consumo de sustancias psicoactivas donde estas son mucho más comunes y de fácil acceso de lo que eran hace veinte años, en Colombia más que en muchos otros países, estamos muy preparados para enfrentar estos nuevos retos desde una nueva política de drogas que se centre en la educación y regulación como camino a la reducción de riesgos y daños en las nuevas perspectivas y prácticas de consumo post pandemia. Igualmente, siendo conscientes que la guerra contra las drogas ya se perdió y las drogas son una realidad más que debemos enfrentar sin estigmatizaciones dañinas y sensacionalismos, tenemos que mantenernos alertas y con un constante monitoreo de los mercados, pues si bien es cierto que sustancias como el fentanilo pueden tomar una presencia más marcada en los próximos años, no podemos obviar las preocupaciones propias del consumo de drogas en nuestro territorio, donde aún es complejo crear una conversación basada en fundamentos reales con todas las esferas sociales, sin caer en el estigma y los prejuicios que tanto daño han hecho en la particular guerra colombiana contra el narcotráfico.
Fuentes:
BBC News Mundo. (2022, enero 26). Por qué los estadounidenses tienen tan poca tolerancia al dolor (y cómo esto derivó en una epidemia). BBC. https://www.bbc.com/mundo/noticias 60028545
Caracol, N. (2018, junio 13). ‘Muerte gris’, la droga que mata silenciosamente y narcos están vendiendo en colegios. Noticias Caracol. https://noticias.caracoltv.com/colombia/muerte-gris la-droga-que-mata-silenciosamente-y-narcos-estan-vendiendo-en-colegios
INFORME AÑO 2022. SERVICIO DE ANÁLISIS DE SUSTANCIAS. ÉCHELE CABEZA. (2023, abril 10). Échele Cabeza. https://www.echelecabeza.com/informe-ano-2022-servicio de-analisis-de-sustancias-echele-cabeza/
Ingredientes del Tusi y MDMA adulterado 2022. Informe. (2023, marzo 4). Échele Cabeza. https://www.echelecabeza.com/ingredientes-del-tusi-y-mdma-adulterado-2022-informe/
Ketamina. (2020, agosto 9). Energy Control. https://energycontrol.org/sustancias/ketamina/
National Institute on Drug Abuse. (s/f). ¿Cómo afecta el cerebro la MDMA? National Institute on Drug Abuse. Recuperado el 6 de septiembre de 2023, de https://nida.nih.gov/es/publicaciones/serie-de-reportes/abuso-de-la-mdma-extasis/como afecta-la-mdma-al-cerebro
Revista de la Sociedad Española Multidisciplinar del Dolor. (s/f). Mpainjournal.com. Recuperado el 6 de septiembre de 2023, de https://www.mpainjournal.com/analisis-historico de-la-epidemia-de-opioides-en-estados-unidos-parte-i80
Semana. (2012, octubre 27). La droga 2CB, la “traba” de élite. Revista Semana. https://www.semana.com/la-droga-2cb-la-traba-de-elite/267008/