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Sin miedo, sin culpa, sin juicios: una forma digna de atención en salud a quienes consumen SPA
Por: Nicolás Fernández Ardila
Psicoterapeuta – Voluntario Échele Cabeza
Articulo
Consultar a un profesional de la salud cuando consumes sustancias psicoactivas (SPA) es como intentar tomar transporte en hora pico: técnicamente hay un sistema, pero en la práctica, todo se siente incómodo, lento, lleno de obstáculos y hasta peligroso. Y aunque la salud debería ser accesible y libre de juicios, la realidad es que muchísimas personas evitan pedir ayuda porque no saben qué esperar. Incluso, no saben exactamente a quién o en dónde consultar.
El miedo es real. Temen ser juzgados, infantilizados o que su consumo se convierta en el único tema de la consulta, incluso cuando no es la razón por la que buscan ayuda. Y lo peor: muchas veces, los mismos profesionales de la salud tampoco saben qué hacer.
Cuando el sistema nos pone en contra: pacientes vs. profesionales de la salud
Aquí está la trampa: no es que médicos, psicólogos, enfermeros o trabajadores sociales seamos los villanos de la historia, sino que estamos atrapados en el mismo sistema que frustra a quienes buscan ayuda. La falla es estructural. Pensemos en esto por un segundo desde la perspectiva de un profesional de la salud:
- Si la mayoría de los casos que vemos en consulta son graves, porque la gente no sabe que podía haber buscado apoyo antes, es lógico asociar consumo con sufrimiento.
- Si solo tenemos 20 minutos para atender a alguien, ¿cómo puedes realmente comprender su historia sin quedarte en la superficie?
- Si trabajamos jornadas eternas con sueldos precarios, ¿cómo puedes dar lo mejor de ti sin agotarte?
- Si nunca nos enseñaron sobre consumo de SPA en la universidad. ¿cómo podríamos saber cómo abordarlo sin prejuicios?
¿El resultado? Una brecha gigante entre quienes buscan ayuda y quienes intentamos brindarla. La gente no consulta porque teme ser juzgada. Los profesionales no sabemos cómo responder sin caer en discursos moralistas. Al final, todos perdemos.
El caso de Laura y su búsqueda de apoyo
Pongamos un ejemplo realista: Laura nota que su consumo de SPA está afectando su relación de pareja y su rendimiento laboral. No está buscando dejarlo de inmediato, sino entenderlo mejor y tomar decisiones informadas. Pero cuando por fin se anima a pedir ayuda, lo único que recibe son respuestas superficiales y moralistas que ignoran todo su contexto personal.
Lo que podría haber sido una consulta enriquecedora termina siendo una experiencia frustrante. Esta es la historia de la mayoría de los usuarios de sustancias.
Ahí es donde entra la reducción de daños y la gestión del placer.
Reducir daños no es “promover el consumo”, es entender la realidad.
Hablar de reducción de daños es mucho más que hablar de consumo responsable. Es reconocer que la salud no es solo una cuestión individual, sino que está atravesada por contextos sociales, económicos y políticos que afectan nuestras decisiones y el acceso a una atención digna.
¡La salud debe leerse en contexto! La criminalización del consumo, la desinformación y el acceso limitado a servicios de salud no son casualidades: responden a estructuras de poder que han decidido que ciertas vidas valen más que otras, que ciertos consumos son “aceptables” mientras otros son perseguidos, y que el placer debe ser regulado más por la moral que por la evidencia científica.
Por eso, hablar de reducción de daños y gestión del placer no es solo una estrategia de bienestar: es una postura política. Es cuestionar el castigo como única respuesta al consumo. Es exigir atención en salud sin juicios. Es reivindicar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras experiencias sin miedo a la represión o la estigmatización. Es contestar a la hipocresía de nuestra sociedad.
- Si alguien va a consumir, ¿no es mejor que sepa cómo hacerlo con menos riesgos?
- Si alguien quiere dejarlo, ¿no es mejor que tenga apoyo sin miedo a ser juzgado?
- Si alguien aún no sabe qué quiere hacer con su consumo, ¿no es mejor que tenga un espacio donde pueda explorarlo sin presión?
Este enfoque no solo beneficia a quienes consumen, sino también a los profesionales de la salud. ¿Por qué? Porque si sabemos más sobre reducción de daños, podemos hacer mejores preguntas, ofrecer mejores respuestas y construir mejores procesos de atención.
El placer como derecho, la gestión como autocuidado
Ahora, hablemos del placer. Porque sí, la reducción de daños no solo se trata de minimizar riesgos, sino también de reconocer que el placer es una parte legítima de la vida.
- ¿Por qué algunas sustancias generan placer? Porque activan nuestros sistemas de recompensa.
- ¿Por qué algunas personas las usan? Porque buscan disfrute, conexión, alivio, exploración e incluso trascendencia.
- ¿Por qué hablar de placer es importante? Porque cuando el placer es un tabú, la conversación se llena de miedo y culpa, en lugar de información y autocuidado.
La gestión del placer implica aprender a identificar lo que nos hace bien, establecer límites y tomar decisiones informadas. No solo se trata de consumir con menos riesgos, sino de aplicar estos principios a la vida en general: reconocer nuestras necesidades, explorar nuestras motivaciones y asumir el control de nuestras experiencias.
Hacia una atención en salud sin prejuicios: un beneficio para todxs
El acceso a servicios de salud no debería generar miedo ni culpa. Sin embargo, en muchos casos, las personas consumidoras de SPA encuentran barreras que los hacen desistir de buscar apoyo.
Para quienes consumen, un enfoque libre de prejuicios significa encontrar un espacio seguro donde puedan hablar sin miedo. Para los profesionales, significa hacer su trabajo con más herramientas y menos frustraciones. Porque, al final del día, la mayor satisfacción de quienes trabajan en salud es ver que una persona progresa, que empieza a entenderse mejor, que puede decir con seguridad:
“Gracias por escucharme sin juzgarme”
“Hoy siento que tengo más control sobre mi vida”
“Creí que siempre iba a estar atrapado en lo mismo, pero ahora veo alternativas”
¿Qué podemos hacer? Espacios como el Servicio de Orientación Psicológica de Échele Cabeza buscan ser parte de la solución
Si al sistema de salud solo llegan los casos graves, nunca vamos a progresar. Es hora de dejar de creer que debemos buscar asesoría solo cuando estamos en las peores condiciones. Lo que los profesionales de la salud podemos hacer para evitar que ciertos hábitos se vuelvan problemáticos es muchísimo.
Por eso, servicios como el de orientación psicológica de Échele Cabeza juegan un papel crucial. En este espacio, las personas pueden recibir atención psicológica breve e integral, basada en el enfoque de reducción de riesgos y daños. Es un lugar seguro, libre de juicios y estigmas, donde:
- Las personas pueden hablar sobre su consumo y aspectos relacionados sin ser juzgadas.
- Se promueven estrategias de autocuidado, regulación emocional y redes de apoyo.
- Se brinda información clara y basada en evidencia sobre cómo reducir riesgos.
- Se trabaja en mejorar la calidad de vida, sin importar la situación inicial del usuario.
Para acceder al servicio primero debes diligenciar el siguiente formulario: https://forms.gle/Zkv1tAZmcJCnpNxXA al que también puedes acceder a través de nuestro perfil de Instagram. Allí verificaremos que seas mayor de edad y te pediremos información sobre tu motivo de consulta, modalidad de atención (virtual o presencial) y sustancias de interés. Luego, realizas el pago correspondiente y envías el comprobante al correo del servicio. Una vez validado, recibirás un link para agendar tu cita según disponibilidad. Antes de la primera sesión, leerás y firmarás un consentimiento informado sobre el funcionamiento y la confidencialidad del servicio. Al recibir tus sesiones de orientación, podrás evaluar la atención que recibiste a través de una encuesta anónima.
Así que, en lugar de seguir atrapados en un sistema que enfrenta a consumidores y profesionales de la salud, ¿qué tal si apostamos por el diálogo, la empatía y la información real?
Porque aquí no se trata de bandos, ni de culpables. Se trata de garantizar que cualquier persona—sin importar su relación con las sustancias—pueda acceder a la salud mental sin miedo, sin culpa y sin juicios.